lunes, 12 de junio de 2017

PN SIERRA DE LA QUIJADA: EL PODER DEL SILENCIO

Al final de los 91 nos fuimos a pasear por Mendoza, en nuestro gol gasolero, a la vuelta decidimos pasar por Sierra de la Quijada, Prov. de San Luis.

Llegamos por la tarde, de un hermoso día, muy caluroso. Llevábamos carpa, y todo el equipo para acampar, mucha agua y fruta, cítricos, sandía y melones.

En el ingreso a la reserva, no había persona alguna, como para tener alguna información. Entramos e hicimos los recorridos habituales, todos señalizados. Regresábamos para el ingreso cuando a mitad del recorrido (en auto) encontramos el lugar para camping. Solitario, sin agua potable, con dos magros arbolitos cómo lugar de sombra (algo de sombra). Decidimos acampar. Armamos el campamento, carpa, bolsas de dormir, luz portátil conectada a la batería del auto. Nos sentamos a la tenue sombrita de uno de los dos arbolitos, y así fue pasando el tiempo. Merendamos, cenamos, y descansamos del largo viaje mañanero y del recorrido hermoso por el lugar, y en lo mejor que pudimos fuimos girando los banquitos, despacito siguiendo la poca sombra.

El cansancio nos venció, y nos dejó sin deseos de ir hasta el ingreso, para avisar que estábamos en el lugar, y nos fuimos a dormir, apenas se fue el sol, y empezó la magistral oscuridad con un cielo impresionante, espectacular, con miles de estrellas visibles.

Pero cerca de la una de la mañana, todavía estábamos sin poder conciliar nuestro sueño, y allí nos atrevimos a sincerarnos….”Che, donde estamos, en el infinito?”. “Viste no se escucha nada, ni soplar viento, ni un animalito, ni un bichito, ni una vaquita, nada…….existiremos?”. Abrimos la entrada de la carpa y nos asomamos, nada de nada. Nada se movía, y el silencio nos abrumaba totalmente, y nos fue desesperante.

Rápidamente nos levantamos, subimos al auto, y nos dirigimos a la entrada. Y grandiosamente en ese momento llegaba el Sr. Guardaparque, su esposa e hijos…...y a pesar de que no vimos a nadie, hubo alguien que ya le había avisado que tenía a unos solitarios acampantes. Se creyó que nos había pasado algo, pero luego de un rato de tartamudeante charla, nos entendió. Lo tomaron con calma y nos ayudaron con su conversación. Y nos quedamos un buen rato hasta que nos calmamos y regresamos al campamento a dormir con tranquilidad, y bien “frititos”.





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