Mi mamá, sus padres y hermanos, vivían en una casa, tipo
conventillo, en Caballito, ciudad de Buenos Aires. Era una familia,
solamente, un poco menos, que pobres.
Mi abuelo, Juan, al que no conocí, era policía. Mi abuela, María,
en cuya casa pasé mucho tiempo de mi infancia, era la típica ama de
casa de la época, callada y obediente. Sus hijos, o sea mis tíos,
cuatro hermanos. Mi mamá, la segunda cronológicamente, a la época
año 1923 o 1924, de ésta mini historia.
Mamá era una persona que mentalmente estaba preparada para el
estudio, y lo deseaba, no pensaba en una universidad, pero si en
terminar el primario y en hacer algo más. Le gustaba la declamación,
la poesía, escribir, conocer. Era fanática de las ritmas de
Bécquer. Tengo un libro de ellas, donde en una pagina escribió una
de sus poesías. En total quedaron una docena de ellas. Dos tuvieron
menciones en distinguidas sociedades, de las cuales me han quedado
notificaciones. Su última fue un reconocimiento a nuestros héroes
de la guerra de Malvinas.
Su papá, como hombre de la época, estaba almorzando solo, en la
cocina de su casa. Su esposa parada al costado de la cocina
económica, de ladrillos y hierro, donde prendía la carbonilla, que
desechaba el ferrocarril del Oeste, esperaba pacientemente, cualquier
indicación masculina. Ese día mi abuelo tenía una sopa con fideos,
un trozo de pan y un vaso de vino, para su almuerzo. Sobre la mesa un
diario de la época.
Termina su comida, mi abuelo, y mientras degustaba su vaso de vino,
llama a la “Porota”, (Elvira Elsa), luego mi mamá. Silencio en
la casa, pues todo suponía que ante tal llamado, algo iba a pasar.
Se notaria la tensión de ese acto en toda la familia.
Se acerca la “Porota”, con mucho temor. Su padre señalandole el
diario, le dice “A ver Usted, agarre ese diario, y lea lo que allí
dice !!!”. Con miedo, tomó el diario, y empezó a leer las
noticias entrecortadamente. Estaba en el segundo año de la primaria
(primero superior en esos años). “Bueno basta, está bien, ahora
tome este papel y este lápiz, y escriba su nombre, el de su mamá y
el de sus hermanos”. La niña hizo lo que se le pidió y con un
pulso acorde a su edad, escribió todos los nombres pedidos.
En ese momento sintió un orgullo tremendo, porque no era un reto lo
que estaba recibiendo, sino un reconocimiento a su gran empeño por
estudiar y aprender todo lo que la escuela, su gran anhelo, le
impartía. Pero…….“Muy bien, Usted ya sabe leer y escribir,
desde mañana no va más a la escuela !!!!!!!”.
Mi mamá se caso a los 26 años, luego de terminar la primaria…...
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