Mi mamá junto a sus padres y hermanos, vivían en Caballito, ciudad
de Buenos Aires. Calle San Eduardo, entre Parral y Colpayo. En sus
lejanos años de niñez, por el medio de Parral, pasaba un arroyo o
acequia grande, por sus costados a última hora de la tarde, pasaban
los grandes carretones que desde la zona del Oeste, traían las
verduras, hacia el mercado del Abasto.
Solían ir los chichuelos de esa época, a la Parral, para ver si de
los carros que pasaban, se caía alguna verdura o si algún carrero
generoso tiraba algo, que algunos agraciados juntaban. Eran tiempos
difíciles, económicos, y cualquier verdura sería bienvenida en
cualquier casa.
Pero, había que tener un cuidado especial, no había que acercarse
demasiado a los carros, había algunos carreros que tomaban a los
chicos para divertirse o para ser deshonestos. Así se les advertía
a los pequeños.
Mi mamá no creía estrictamente en esa recomendación de los padres
pero un día estaba muy cerca del camino y un conductor, le mostró
un hermoso y grande coliflor, diciéndole: “Vení nena, vení y
toma éste hermoso coliflor!!!”, los carreros no podían dejar su
carro, por eso los llamaban. Me contaba mi mamá, que dio un pasa
adelante, pero enseguida le vino a su mente, las recomendaciones, y
salió corriendo de allí cerca y se escondió rápidamente en su
casa……..y nunca más fue a la esquina a buscar verduras……...
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