Todos estos relatos sucedieron entre mis 5 y 10 años de edad.
Antes de cumplir 6 años nos mudamos a Villa Bosch, en el suburbano
bonaerense. Años 1952 a 1956.
1 – Empece a concurrir al colegio primario, en aquel entonces mi
escuela era la nro. 59. (luego 16).
La escuela estaba frente a la plaza principal y constaba de casillas
de madera, una por cada grado, más la biblioteca y la sala de
maestros. La escuela estaba recién inaugurada, con anterioridad
estaba en una casa familiar, donde se mezclaban los grados.
Luego fue construida la escuela de material, siendo el edificio el
tradicional de la época.
Mi primer maestra fue la misma que mi maestra de 6to. Grado, en esa
época el último (grado), ya que existía un primer grado inferior y
uno superior.
2 – En esa época no había calles asfaltadas en Villa Bosch,
solamente una calle, la principal, la Santos Vega, que estaba
enripiada con algo de brea. Por ésta pasaba la única línea de
colectivos de la zona, la nro. 6, que tenía de recorrido Villa Bosch
(Desde La Loma) a San Martín (Estación del F.C.G.M.). (hoy línea
328). No había teléfonos, la iluminación de las calles eran
lamparitas colgadas de los postes en algunas intersecciones de sus
calles, casi no había veredas, algunas zonas de veredas tenían
lajas, que tenían la inscripción de la Sociedad de Fomento. Entre
las calles y las veredas existían zanjas, por donde circulaba
abundante agua, principalmente en días de lluvia.
3 – Para ir al colegio los días de mucha lluvia, había que hacer
un rodeo por la estación del Urquiza y al llegar a unas dos cuadras
antes del colegio había que cruzar la intersección de la Santos
Vega y 6 de septiembre, que no se podía porque era un río de agua.
Por allí, en la época colonial, pasaba un arroyo que venía desde
la zona actual de Caseros-Santos Lugares, entonces todos los alumnos
esperábamos un colectivo 6, que gentilmente nos pasaba del otro
lado!!!.
4 – No usaba botas de goma, sino galochas, sobre los gomycuer, los
zapatos con suela de goma, irrompibles, que me los compraban dos
números más grande, para que me duren unos años. De nuevos, mis
padres le ponían algodones en las puntas para que no me “bailen”.
5 – En invierno las zangas con agua, se congelaban, los chicos
jugábamos a ir caminado por el hielo, y era raro que se rompa, pero
de vez en cuando alguno terminaba con los pies mojados.
6 – La ropa de invierno eran pantalones tipo bombachas, de franela,
gris oscuro, que los hacia mi tía Elena, que era pantalonera de las
dos o tres cadenas grandes del centro, inglesas. El pullover tejido
por mi mamá, aprovechando toda la lana de los anteriores, que ya me
quedaban chicos. Arriba el delantal blanco, la bufanda y el poncho.
7 – Iba al colegio de mañana, de 8 a 12 hrs. Cuando regresaba mi
primer tarea era ir a la Panadería La Rosa, frente a la estación
del tren, a comprar el kilo de pan francés. No lo pesaban y recibía
5 piezas. A veces había que esperar que el pan saliera del horno. Y
siempre algún coquito me comía, como para atenuar el hambre.
8 – Otra tarea que tenía era ir a comprar kerosene, dos veces por
semana. Se vendía en la calle. Carro a caballo que llevaba un
tanque grande, iba a la misma esquina, a unas 6 o 7 cuadras de casa.
Siempre había una larga cola, a veces de media cuadra. Necesitábamos
el kerosene para abastecer a nuestra cocina Aurora.
9 – Una vez volví con fiebre del colegio. Esperamos que regrese mi
papá de su trabajo, cerca de las 18 horas. Tomó algunos mates y fue
a buscar al médico pediatra. Era el único que había que siempre
iba a las casas, a hacer las visitas médicas. Su consultorio estaba
en Santos Lugares, y no había transporte directo. Tomaba el tren
Urquiza y luego tenía que caminar cerca de 30 cuadras hasta el
consultorio. El médico tomó nota y le dijo que una vez que
terminara de atender en su casa, empezaba a hacer las visitas. Vino a
casa cerca de la medianoche. Tenía yo meningitis. El médico recetó
penicilina, y le dijo a mis padres, es un remedio nuevo, pero le va a
salvar la a vida. La única farmacia que lo vendía era la Franco
Inglesa, famosa farmacia, pero que estaba en el centro de Buenos
Aires. Espero mi papá el primer servicio de tren, 04:30 horas, luego
el subte y espero hasta las 8.00 hrs en que se abrió la farmacia.
Cada cuatro horas una inyección. Llamaron a una enfermera que vivía
a unas 5 cuadras de mi casa. No tenía problemas para venir, pero de
noche había que ir a buscarla. El problema no era la inseguridad,
no había, sino las jaurías de perros, algunos con rabia. Mi tío
Cacho vino en ayuda y de noche iban mi tío y mi papá a buscar a la
enfermera. Mi tío llevaba un palo con una bolsa de arpillera atada
en una punta, embebida en kerosene y mi viejo, los fósforos listos
para encender la bolsa. Si atacaban los perros era esa la defensa.
10 – Mi papá volvía de trabajar un día de invierno, tarde, muy
frío, nublado y con poca iluminación. No había nadie por las
calles. Cerca de casa fue atacado por una jauría de 6 perros,
algunos parecían con rabia. Por suerte atinó rápidamente a subirse
a un pilar de luz, de la casa de un vecino. Y allí paso casi dos
horas, hasta que se fue la jauría. El vecino de esa casa, mientras
tanto, lo miraba desde su ventana, y lo charlaba. Otra cosa no podía
hacer. Luego lo invitó a pasar a la misma para reponerse.
11- A los diez años, para reyes, éstos me dejaron una bicicleta,
rodado 26. Todavía la tengo. Eso si, de la original, solamente le
queda el cuadro. Pero para mi es “mi bicicleta, la que me trajeron
los reyes”.
12 – Los días nacionales, cómo el 25 de Mayo, Independencia, día
de la Bandera, se celebraban en los mismos días en que “caían”.
Si un 9 de Julio era un domingo, la fiesta colegial era ese domingo.
A todas esas fiestas, las importantes, concurrían las autoridades
del pueblo, Comisario y tropa, Jefe y empleados del Correo Argentino,
Párraco y demás curas, Jefe y tropa de Bomberos Voluntarios, la
banda de la colectividad italiana, autoridades Municipales y
Pedagógicas. Y por supuesto padres, abuelos, tíos, primos grandes,
etc. Todos concurrían, vestidos para fiesta.
Y para el fin de la fiesta alfajores y caramelos para los chicos,
repartido por la cooperadora escolar.
13 – Hacia La Loma, por lo que hoy sería la traza del Camino de
Cintura, estaban las quintas, donde algunos fines de semana íbamos
en bici, con mi padre, a comprar verduras.
Un día por allí, cayo un Gloster Meteor de la brigada de Palomar.
Fuimos. Impresionaba el agujero donde se enterró uno de los motores.
Desde mi casa unos segundos antes vimos pasar una escuadrilla, donde
uno de los aviones se notaba incendiado.
14 – Un amigo de papá vivía a pocas cuadras de casa. Don Angel.
Concurría mi viejo a visitarlo y yo lo acompañaba. Era muy
agladable escucharlo hablar. Un día nos mostró su casa, con
preocupación, por el medio de la misma, se observaba que toda la
construcción se había hundido, bastante, su casa tenía techo de
loza, que también se había tumbado. La explicación: por allí
pasaba el arroyo que desembocaba en una lagunita, pasando mi casa,
unas tres o cuatro cuadras. En el partizado de los lotes no se tuvo
en cuenta todo ésto, el arroyo fue tapado con tierra y la laguna
loteada un día que estaba ceca.
15 – A cuadra y media de mi casa, vivía don Luque. Primer
habitante de la villa. Su casa ya existía antes del loteo, pues el
era puestero de la estancia de los Bosch. Para mantener la misma y el
lote, irregular que poseía, se tuvo que cerrar una calle, ya que
hubiese pasado por el medio de su lote.
En su casa tenía antigüedades que encontró en la estancia,
producto de la gran batalla de Caseros, entre los ejércitos del
Gobernador Juan M de Rozas y Urquiza. Tenía fusiles, bayonetas y un
cráneo con una espada clavada al medio. Por muchos años Don Luque
manejo una estafeta postal, que estaba en su casa. En esa época no
había carteros, por lo que la correspondencia había que buscarla
y/o enviarla en su casa. Las bolsas postales las dejaba el tren a
vapor, carreta, que pasaba por la villa a las 15 hrs. todos los días.
Muchas veces iba a la estación a esa hora para verlo.
16 – En la esquina de casa vivía Eugenio, primo de mi mamá. Era
operador de radio Splendid. El me llevó varias veces a la radio.
17 – A cuadra y media estaba la casa de mi tío abuelo Francisco y
al lado de la misma, su galpón donde tenía su herrería. Yo pasaba
muchas horas allí, viendo su trabajo. A veces me dejaba dar aire al
fuego del coque, donde calentaba los hierros para modelarlos. También
me gustaba el gasógeno, que con el acetileno usaba para soldar. Lo
que mas me fascinaba de sus trabajos era cuando construía unas
maquinas especiales para una fábrica de muñecas, que creo que
estaba por Caballito. Mi tío había copiado una que era europea y la
había mejorado.
18 – Los domingos iba a ver películas, generalmente de vaqueros,
en el colegio de los curas. Donde hacían un sala de cine, juntando
dos grados del colegio primario, en pantalla chica. Para ingresar
había que mostrar que uno había concurrido a la misa de 9 horas y
pagar una entrada, muy esfimera. La contraseña era un cartón con
números en sus aristas, que los sacristanes marcaban con una
perforadora, tipo de las que usaban los guardas de trenes y tranvías.
19 – Mi papá era boletero en partidos de fútbol en el estadio de
River Plate. Toda nuestra familia era además socios de dicho club.
Yo acompañe varias veces al viejo y lo ayudaba a vender las
entradas. Luego nos juntábamos con mi mamá y mi hermano en la
tribuna de socios. A veces teníamos que ir temprano, para poder
estar en un sitio cómodo y protegido por el techo de la tribuna
alta. Nos veíamos la tercera, la reserva y la primera……...creo
que empezábamos a las 10 de la mañana y hasta las 17 horas. Luego
al sector de socios, debajo de una de las tribunas a merendar,
generalmente con mate.
20 – Mi papá siempre me regaló pelotas de fútbol, las números
5, de cuero. Por eso siempre era candidato a jugar partidos en el
baldío de la esquina de casa, un cuarto de manzana. Pero igual como
siempre fui patadura, era arquero de por vida!!!. Pero por llevar
la pelota de cuero, siempre jugaba.
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