Nos sucedió hace unos cuantos años. Estábamos acampando en el
camping El Pinguino, en la localidad cordobesa de Alpa Corral.
Faltaban pocos días para Navidad. No había casi nadie en el
camping, ni en el pueblo. Todavía no se notaba su auge turístico.
El dueño del camping nos invita al pesebre viviente que se realizaba
ese día en los jardines de la iglesia del pueblo.
Concurrimos. Estaba prácticamente todo el pueblo allí reunido. Todo
en paz y muy tranquilo, y los concurrentes casi parientes/amigos entre
todos. El pesebre excelente, mayores, niños, bebes, animalitos, el
tradicional burrito, etc.
Luego venía la misa. Fuimos. Nos quedamos cerca de la puerta de
ingreso, detrás de todos los feligreses. Hubo bautismos,
confirmaciones, comuniones, casamiento y la tradicional misa.
En la entrada, teniendo como limite el dintel de la puerta, unos
cinco perros, raza puros perros. No ingresaron al salón de la
iglesia. Los concurrentes nada hicieron con ellos, no los echaron, no
los topetearon, los esquivaron dignamente.
Empieza la misa, y la asistente del cura, va indicando los diferentes
pasos a seguir. Los perros estaban sentados uno al lado del otro. “De
pie”, y los perros se pararon…...”sentados” y se sentaron, y
así durante toda la misa, sin ladrar, sin molestar, sin ingresar a
la iglesia, y cuando la misa terminó, se retiraron mansamente………
Conclusión, los perros también fueron a estar con Díos.
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