martes, 16 de diciembre de 2014

PÁRRAFO DEL LIBRO TEMPESTAD SOBRE EL ACONCAGUA

 

Por a mañana solíamos tomar mate, chocolate o café con leche, según lo que se le ocurría al que se levantaba primero. Digo "por la mañana", aunque casi siempre ya eran las once cuando llegábamos a desayunar, porque nos levantábamos en el instante que los primeros rayos del sol iluminaban la carpa, lo que ocurría exactamente a las diez de la mañana. El sol tardaba tanto porque se asomaba precisamente detrás del Aconcagua, que se erguía sobre nuestro campamento en forma casi vertical. Antes de llegar el sol al campamento, hacía un frío que nos obligaba a quedarnos en las bolsas  dormir, bien calentitas. Cuando los primeros rayos comenzaban alumbrar los techos de las carpas, en pocos segundos se calentaban estos, produciendo un calor inaguantable. Entonces, saltábamos de las bolsas y abandonábamos las carpas apresuradamente. Se le ocurrirá al lector preguntar: y ¿Qué hacían en los días de tormenta? Sencillamente,no nos levantábamos esos días. ¡Es decir , a mediodía, más o menos, salíamos, como fantasmas, hacia la cocina a a buscar alguna comida o a recorrer otras dependencias del campamento. Y volvíamos entonces a la carpa cada uno con el botín que había encontrado bajo la gruesa capa de nieve que cubría a veces todo en la despensa.

Del libro "Tempestad sobre el Aconcagua"
de Tibor Sekelj (1949)

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