Los simulacros de evacuación del edificio, con una planta de aproximadamente 1800 empleados y una superficie de una manzana, se realizaban una vez por año, en forma aleatoria, sin que nosotros supiéramos cuando.
Durante todo el año calendario se realizaban reuniones de trabajo y organización del evento, además de cursos varios, con instructores conocidos, como gente de Defensa Civil. Bomberos, Cruz Roja, etc., tratando generalmente de introducir los cambios necesarios que surgían del estudio de los simulacros de años anteriores.
Eran las 15 hrs de un jueves de octubre, cuando por los sistemas sonoros de las comunicaciones de seguridad, se empezó a informar que empezaba el correspondiente simulacro anual, nuestras oficinas y la zona del estacionamientos encontraron en ese momento a unos cuantos clientes, que estando en nuestro sector tendríamos que organizarlos para la evacuación a sabiendas que no conocían nuestro sistema y organización.
Me puse la pechera de líder, tome mi silbato y nuestra identificación de grupo evacuado que debería colocarse en un tablero, luego de salir todo el grupo hacia el sector ya asignado, fuera del edificio.
Nuestro grupo se formó rápidamente, los ayudantes y algunos integrantes de nuestro grupo trajeron a los clientes, y empezaron el camino de salida, organizadamente.
Yo tenía que hacer la recorrida final dentro de toda nuestra zona, para garantizar que no quedase nadie o si se quedaba, avisar a la salida al personal de seguridad, para que actuaran (en caso de alguna persona no nos obedeciera y no quisiera salir).
Yo alcance a unirme al grupo antes de que este saliera del edificio, cuando observe que una familia, mamá, papá y dos niños, estos entre 5 y 7 años, clientes, que estaban a lo último de la colo, estos niños salían tomando una gaseosa en lata, me acerque les tome las latas, rápidamente (pero con delicadeza) y las tiré en un cesto, al pasar cerca de uno. Las caritas de los chicos y de los padres, rápidamente les dije que era peligroso salir entre mucha gente, con latas en la mano. Los chicos nada.
Mientras estábamos en el Playón fuera del edificio, esperando la finalización del mismo, escuchaba como los padres les daban explicaciones a los chicos de los que estaba sucediendo y del porque. Yo me sume a los mayores y también les explique que era peligroso salir rápidamente, pero sin correr, con elementos contundentes en la mano.
Me quede admirado de la educación de esos niños y también de esos padres, y espero que todavía hoy sigan pensando que fue una muy buena oportunidad de aprender algo muy importante que en el futuro, puede salvar sus vidas.
Por supuesto, al volver a la normalidad, y seguir en nuestro trabajo, les llevé a ambos pibes dos nuevas latas de gaseosas, nuevas, y los felicite por su gran comportamiento.