sábado, 9 de julio de 2016

TRES ACONTECIMIENTOS EN LA COCINA DE MI ABUELA (ENTRE 1950 Y 1960 ???) QUE YO VIVÍ:

Mi abuela María, nacida en 1895, en el barrio de Caballito, Ciudad de Buenos Aires, Argentina, vivió en el mismo lugar donde vino a la vida hasta ya entrada en años que, por motivo de sus años, fue primero a vivir con mi madre, su segunda hija, en Villa Bosch y luego hasta su partida hacia la eternidad de Dios, con su hija menor en Caseros, ambas en el nor-oeste del gran Buenos Aires.

Su casa, siempre alquilada, del tipo conventillo moderno, angosta, larga y con todas las habitaciones sobre la galeria cubierta, se situaba en la calle San Eduardo 682, entre Colpayo y Avenida Parral, del citado barrio de Caballito, hoy sería calle Aranguren entre Colpayo y Honorio Pueyrredón, frente a la iglesia y “reformatorio de chicas equivocadas de la alta sociedad”, cómo ella me contaba.

Las últimas habitaciones de la casa, eran de izquierda a derecha, el baño grande (4 x 4 metros), con ducha de agua fría e inodoro, el baño de servicio, con inodoro tipo “campo” o “australiano”, (de 2 x 1 metros) y la cocina, (de 3 por 2 metros). Esta siempre fue la cocina de mi Abuela.

Excepto un cuartito y una cocina, hechos a la entrada de la casa, con maderas y chapas, toda la casa era de ladrillos revocados, con techo de ladrillos, tierra y cobertura de chapa, las habitaciones no tenían ventanas, excepto la primera pieza de mampostería que tenía un ventana bastante grande, hacia el frente, y un cuartito hacia el medio-fondo que tenía una ventana chiquitita, pero si todas tenian puertas grandes, con ventanolas de vidrio en su parte superior. La altura de los techos de las tres habitaciones principales, que se usaban como dormitorios, era de unos seis metros, todas las demás eran de altura normal.

Yo vivía cerca de la avenida Gaona, sobre la calle Puyol, pero pasaba muchos días completos en la casa de mi abuela.

El primer acontecimiento, que me fascinaba, era la primer cocina que le conocí (en su cocina),
una económica, que supongo siempre existió en ella. Pero no era completamente de hierro, sino que era de ladrillos, cemento y revestida con baldosas coloradas. En el frente tenía una puerta de hierro por donde se retiraba las cenizas y metida en la pared trasera, de la cocina, donde se apoyaba, el caño de tiraje, con su característica chapa transversal, para modificar la salida de los humos, y sobre su parte superior dos discos de hierros, uno mas grande que el otro, formados por varios aros, que sacados de a uno, daban el calor (o fuego) necesario para cada cocción.

Esta cocina, en tiempos fríos o en invierno, tenía dos misiones, cocinar y proveer de calor a la habitación, lo que la hacía la mejor para convivir, esto hacia que muchos de la familia estemos en ella, aunque un poco apretados!!!

Y que combustible usaba. El más característico era el carbon de coke, que mi abuelita iba varias veces por semana a buscar, y a veces, muchas, yo la acompañaba, a la playa de maniobras del ferrocarril Sarmiento, que estaba a muy pocas cuadras de su casa, lugar donde se cargaban con carbón las maquinas a vapor del ferrocarril. Era el “polvo” que quedaba luego de cargar las maquinas, carbón que por estar en ese estado se desechaba. También se usaba recortes de maderas y carbón vegetal, este último generalmente para hacer tortas y budines, ya que se ponían, bastantes brasas, sobre las tapas de las ollas, para tener un efecto horno.

Llore el día que lo destruyeron, ya no podría sentir su característico olor, su calorcito de invierno, ver las brasas sobre las ollas, y estar entretenido realizando mi tarea preferida, que era el sacar la ceniza, todos los días después del almuerzo.

Y vino el segundo acontecimiento, no tan esperado por mi, la cocina a kerosen, de tres hornallas y horno, que según mi tío Cacho, era necesario para que el trabajo en la cocina, que unicamente realizaba mi abuela, le fuese mas cómodo y que como ocupaba menos lugar que la anterior, produciría un mejor espacio a la ya chica cocina, principalmente porque mi hermano y mis primos, ya andaban por la casa.

Esto trajo otras formas de trabajar con la misma, ir a comprar el kerosen por lo menos dos veces por semana, previo hacer una larga cola, el combustible se vendía en la vía publica, con un máximo de litros por persona y la complicación de la limpieza cada diez o quince días del carburador, ese que tenía una aguja, varias arandelas para que no pierda, y era el que se calentaba con alcohol, para poder prender la cocina. Y apareció el olor a vapor de kerosen y el “braserito”, para seguir usando el carbón y dar un poco de calor a la cocina, ese calor que ahora se perdió por no tener más la económica, y ahorrar kerosen, que no era fácil de conseguir.

Y al final apareció la cocina a gas natural. Algo extraordinario, ya que con un simple fosforito, se prendía la hornalla o el horno…...y que rápido se calentaba la pava para el agua del te o el mate, o que lindo salia el budín en ese horno que calentaba parejo…..
Y que acontecimiento fue colocar la larga cañería para el gas, la cabina del medidor, las pruebas inyectando aire con un inflador de pelota de fútbol, pero lo mas importante era prender la hornalla, que fácil y que fascinante ver la llama azul que rápidamente quemaba……..

Ah…...pero la cocina dejo de ser la cocina, esa que me llevaba muchas horas de trabajo, un juego o un pasar de tiempo, ese que por esas épocas parecía sobrar.




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