Debería tener cinco o seis años y estaba en hombros de mi padre, en las afueras de la iglesia Buenos Aires, sobre la avenida Gaona, en la Ciudad de Buenos Aires. A dicha iglesia había concurrido el General, y por tal motivo una multitud aguardaba su salida en las afueras de la misma. Resultó que el General, al salir de la iglesia, pasó muy cerca de donde estábamos nosotros, y a la fuerte voz mía, vivandolo, giro levemente y estrecho mi mano, extendida hacia él. El General era Juan Domingo Perón, y mi mano y mi mente, recuerda siempre que fue la única vez que un presidente, en ejercicio de sus funciones, me estrechó su mano. Todo un grandioso recuerdo.
Rodolfo
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