viernes, 21 de noviembre de 2008

VITO DUMAS EL NAVEGANTE SOLITARIO



VITO DUMAS

El navegante solitario. El gaucho del mar.
“Voy, en esta época materialista, a realizar una empresa romántica, para ejemplo de la juventud” (1942).
Vito Dumas nació en la ciudad de Buenos Aires, el 26 de septiembre de 1900, en el barrio de Palermo. Pasó su infancia cerca de la ciudad de Trenque Lauquen, en una estancia.
Fue nadador, aviador y navegante solitario.
Su primer viaje lo realizó en 1932, cuando partió desde el puerto de Archacon, Francia, en su barco Legh I, hacia Buenos Aires, “Rumbo a la Cruz del Sur”. Navegó en solitario durante 74 días para cruzar el océano Atlántico El Legh 1° descansa hoy en el Museo de Lujan. Realizó escalas en Vigo, Canarias, Río Grande Do Sul, Montevideo llegando al puerto de Buenos Aires, el 13 de abril de 1932.
Sin embargo, faltaba completar la hazaña más grande, la más solitaria. Era plena segunda Guerra Mundial, y “un soplo de espanto arrasa al mundo”. Vito está en su casa en el campo, inquieto, impaciente, tiene sus mapas extendidos sobre la mesa y constantemente estudia la “ruta imposible”, esa que tiene en mente desde hace mucho tiempo.
“Pero, ¿cuál es la fuerza que me impulsa a partir, a arrastrarme hacia un destino que forzosamente me obliga a romper con toda esta normalidad? ¿Será que siento la necesidad de demostrar que todo no está perdido, que aún quedan soñadores, románticos, visionarios? La juventud necesita un ejemplo. Sin pretensiones, creo poder constituirme en eso.”
El mar lo llamaba, y se dejó convencer por los ruegos, que el viento le llevaba a su casa, y decidido ya a emprender su viaje, lo que seguía era conseguir un barco.
Y encontró el Legh II, que había hecho construir en 1934, pero que había tenido que vender, luego, por razones económicas para poder comprarse un tractor. Ahora vendió todas sus vacas para volver a comprar “su” barco.
Equiparse y equipar el barco para el viaje fue una tarea de todos sus “amigos”, los que permanentemente se acercaban y le llevaban algún alimento o ropa, para afrontar todo el tiempo que le llevaría el viaje, debiéndose tener en cuenta que el mismo se realizaría bajo un estado de guerra mundial.
“¿Qué traje de aguas lleva? –me preguntó el señor Llavallol en una amable visita que le hice.
---Un perramus--- contesté. Brotó la risa, me extendió una recomendación, visité un determinado negocio.....y salí equipado”.
El Legh II es un doble proa de 9,55 metros de eslora, 3,30 metros de manga y un calado de 1,70 metros, su quilla pesa 3500 kilos. Tiene dos mástiles y su propulsión la daban cuatro velas, un tormentín, una trinquetilla, una mayor y una mesana. También llevaba una vela chica, llamada tormentín, y otra enorme, llamada ballón. La primera para usar durante las tormentas y la otra para las calmas. No estaba equipado ni con motor ni con radio, por el problema que esto podría causar por motivos del estado de guerra en que se encontraba el mundo.

Dumas partió de Buenos Aires con un objetivo claro y preciso: dar la vuela al mundo solo, el 27 de junio de 1942 a las 13 horas y cinco minutos. Hizo escalas en Montevideo, Ciudad del Cabo (4200 millas), Wellington (7500 millas), Valparaíso (5400 millas), cruzó por el cabo de Hornos, Mar del Plata, Montevideo y Buenos Aires (3000 millas), donde llegó el 7 de septiembre de 1943, entrando al puerto a las 11 horas. Había dado la vuelta al mundo, recorriéndolo por el paralelo 40 SUR, ruta llamada “de los 40 Bramadores”, considerada en la época “la Ruta Imposible”, en 272 días de travesía.

Seguidamente, algunos extractos de su libro:
“Son tan frecuentes y fuertes las sacudidas, que debo cuidarme mucho de no aplicar la inyección a la colchoneta en vez de hacerlo en el brazo enfermo. En tierra la tarea es simple con un pulso firme, pero aquí, en el Legh II, todo se mueve. Un mal movimiento y todo cae al suelo. Pescar la aguja en la sentina, recoger los enseres y nuevamente la esterilización. Así transcurrió una hora; dolorido, afiebrado, impaciente y oprimido por la angustia.”
“Es absolutamente necesario tomar una determinación. Esa noche sería la última con el brazo en tal estado. A tierra no hay tiempo de llegar. Si a la mañana siguiente el mal no evoluciona favorablemente, habrá que amputar ese brazo inútil, que llevo a la rastra y del que emana ya un olor de descomposición. Se muere y me lleva consigo en su camino; ello significa una septicemia. No puedo permitirlo sin antes jugar la última carta. Drena por varias bocas abiertas en la mano, pero no consigo localizar el foco infeccioso en esa masa informe. Un hachazo, la navaja marinera, será a la altura del codo o del hombro, pero en algún lugar se procederá a la amputación. Pienso en las escasas herramientas de que dispongo para la intervención. Ya no interesan ni el barco, ni la ruta ni el viaje. Débil, afiebrado, dolorido, angustiado hasta lo indecible, cualquier movimiento impuesto por ese zarandeo interminable contribuye a que el dolor se intensifique.”
“Por que no salió al oír nuestra pitada?
Diga, mi capital: ¿Usted nunca duerme?
Ah.....¿estaba durmiendo?
Por favor deme mi posición?
Es imposible estamos en tiempo de guerra y les está prohibido dar informaciones.
¿No estoy en los 34 de latitud sur y a unos 6 grados de longitud oeste? A unas 700 millas del Cabo de Buena Esperanza?
No......----contesta el Capital, pero con un “no” muy vago.....-----siga así, que va bien........”
“Es que había ido en automóvil, recorriendo parte de la ciudad, hablando con altas autoridades, almorzando en un lujoso salón....y todo eso con bombacha medio a jirones, un sweater en el que asomaban los codos; faja, pañuelo al pescuezo; despeinado y en alpargatas. Al día siguiente leí en los diarios la referencia del caso. Decían: --Vestimenta pintoresca y traza de bucanero—“.
“Por primera vez en la historia del mundo, un hombre solo había realizado el sobrehumano esfuerzo de recorrer la astronómica distancia de 7400 millas que separan Sud África de Nueva Zelanda. Y la primera vez también que un hombre solo había podido resistir la soledad de 104 días en alta mar, soledad plagada de contratiempos, de peligros, de luchas, de ansiedades, de desesperanzas que eran suplantadas por renovadas esperanzas.”
“En la tarde me llama la atención el fuerte ronquido de un motor. Es un avión bombardero que aparece y desaparece por entre el cúmulo de nubes. Es, posiblemente, un patrullero. Pasa por sobre mí y sigue su rumbo. Ya no existen rastros de costa, ¡y pensar que va a transcurrir meses antes que torne a ver tierra¡”.
“Hacia mucho que tenía olvidado el gusto de la leche esterilizada. El 10 de noviembre, revisando la sentina, encuentro una botella. Me significa un gran placer.”
“Como consecuencia de la navegación de ceñida todo está impregnado de agua de mar en el interior de la camareta. La temperatura se mantiene en 5 grados, pero mi promedio de marcha es excelente. El 2 de julio me encuentro en 60° 30 oeste de longitud y 45°50 de latitud sur, a unas 450 millas de Mar del Plata. El sol ya se eleva caldeando la atmósfera; viene llegando una tibieza acogedora, como de siesta; el viaje se alegra con pájaros y delfines de hermosas listas blancas, el viento es beneficioso al soplar del oeste, el Legh II, sigue ganando camino navegando sola la mayor parte del tiempo.”
“Al poner pie en tierra, el abrazo de mi amigo el comodoro Aguirre, los saludos del representante del Ministro de Marina, y más tarde el de mi madre, me hacen comprender que por algo la multitud, los amigos, todos estaban allí reunidos, guiados por un solo sentimiento: el de festejar mi éxito.
Había dado la vuelta al mundo en la Ruta Imposible.
Gozo de este atardecer que me prodiga la naturaleza en un rincón olvidado de las sierras cordobesas. Un perro ha hecho un hoyo para pasar la noche en la tierra blanda, los pájaros merman lentamente sus trinos. Es tan sólo un cuchicheo muy tenue. Se esfuman los colores, los contornos se funden en la oscuridad, llega la noche que baja de las montañas, allá en el valle van apareciendo luces que son como estrellas caídas, cada una acusa la presencia de un barco que navegara en la tierra y en cada una, anida un problema, cae el silencio desposado en sombras. Es tal la beatitud que me infunde, que una callada oración brota del fondo de mi ser. “Dios mío; prodiga esta paz y guía a los puertos del mundo a todos los marinos que navegan como huérfanos en la inmensidad de los mares”.
En septiembre de 1945 fiel a su temperamento y con su inseparable Legh II decide navegar hasta Nueva York, raid al que llamó “El Crucero de lo Imprevisto”. Su itinerario fue Buenos Aires, Montevideo, Punta del Este, Río de Janeiro, La Habana, Nueva York (No pudiendo entrar a puerto), Montevideo y Buenos Aires, concretando en éste viaje el doble cruce del Océano Atlántico, recorriendo 17.450 millas en 234 días.
Posteriormente une el puerto de Buenos Aires con el Nueva York, sin escalas, recorriendo 7100 millas en 117 días, proeza que logra en 1955 con su nuevo barco, el Sirio II.
Sus hazañas las reflejó en tres libros: Solo rumbo a la cruz del sur, Los cuarenta bramadores y Mis viajes.
Sus veleros se encuentran:
Legh I en el Museo de Lujan, Buenos Aires.
Legh II en el Museo Naval de Tigre, Buenos Aires.
Sirio I en la ciudad de Nueva York, donde navegó hasta 1994.
Sirio II en la ciudad de Mar del Plata, navegando en la actualidad.
Vito Dumas se va de éste mundo un 28 de marzo de 1965.
El primer libro que leí, después de los de la colección “Robin Hood”, o sea ya quinceañero, fue “Solo, Rumbo a la Cruz del Sur”, que mi madre tenía en su escasísima biblioteca. Y lo leí en múltiples ocasiones, hasta que lo presté a un compañero de Transradio, allá por el año 1966, partió el libro, cual barco parte de puerto, pero nunca más volvió. Pero Vito siguió por siempre siendo mi héroe.
Rodolfo

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